Francisco de Roux fue denunciado penalmente por encubrimiento


Díez años después de conocer señalamientos contra el jesuita Darío Chavarriaga, Francisco de Roux fue denunciado penalmente por encubrimiento.

 

| Por:  Miguel Estupiñán / HaciaElUmbral |

 

En mayo de 2014, Fernando Llano Narváez, un exalumno del Colegio Mayor de San Bartolomé, de Bogotá, y tres de sus hermanas, le narraron al entonces jefe en Colombia de los jesuitas hechos de violencia sexual en su contra, ocurridos en los años setenta. Chavarriaga murió a finales de 2015 como miembro de la Compañía de Jesús. Según los denunciantes, más allá de unas cuantas reuniones, su petición de reparación nunca fue atendida; De Roux mantuvo el caso lejos del conocimiento de la Fiscalía General de la Nación.

 

Si bien, en vida, Chavarriaga fue hallado culpable por parte de sus superiores, varias veces los jesuitas han pretendido esconder su historia como pederasta. Un libro institucional publicado en 2021 bajo el título En la paz de Cristo contiene una semblanza en memoria del religioso. “Sus últimos años de servicio fueron como ministro de la comunidad María Inmaculada y colaborando en la administración de la comunidad San Alonso Rodríguez”. El texto omitió revelar un par de hechos: después de la denuncia de mayo de 2014, elevada por Fernando Llano y sus hermanas, Chavarriaga fue apartado de su cargo como decano del medio de la facultad de odontología de la Universidad Javeriana. A pesar de la gravedad de los señalamientos en su contra, fue homenajeado durante una ceremonia llevada a cabo en agosto de ese año en la universidad.

 


Nacido en Medellín en 1938, el sacerdote pasó la mayor parte de su vida en ambientes educativos de Bogotá, Bucaramanga y su ciudad natal. Fue director de estudios en los colegios San Ignacio, Mayor de San Bartolomé, San Bartolomé La Merced y San Pedro Claver; “siendo también rector de los tres últimos”, añade la semblanza, retratándolo como una persona de trato exquisito. Otra imagen del religioso tienen díez personas contactadas en el marco de esta investigación periodística, quienes se declaran víctimas del sacerdote. Según sus testimonios, el jesuita habría abusado sexualmente de niños, niñas y adolescentes al menos en un lapso de tres décadas.

 


“Él era nuestro líder”

 

Cuando Luis Fernando Fandiño supo de la muerte de Darío Chavarriaga debido a una publicación en Facebook, no temió comentar con nombre propio que había muerto un pedófilo. “Abusó sexualmente de mí y muchos más”, escribió a través de la red social. Durante una entrevista para este informe, aportó su relato:

 

“Yo estudiaba en el San Bartolomé de la Merced (Bogotá) y era parte del grupo de scouts. Darío era el director del grupo de scouts, además de ser el director de estudios del colegio. Él era nuestro líder máximo. Lo teníamos más presente que al rector. En un viaje a Jamundí, en los ochenta, él tenía los equipos más modernos y todos nos turnábamos para poder dormir en su carpa. Me tocó. Me desperté a las seis de la mañana y me estaba masturbando. No sabía qué hacer, yo tenía once años. Encontré una estrategia: me di la vuelta, me hice el dormido. Se lo vine a contar a mi mamá muchísimos años después y después lo comenté con alguien que había tenido el mismo problema y me dijo: Uy, eso también le pasó a tal. Una cosa terrible. Él tenía una imagen, era como nuestro abuelito. Si a usted le dolía el estómago, antes de ir a la enfermería iba a donde Darío y Darío lo sentaba en las piernas y le sobaba la barriga. Lo que estaba haciendo era masturbándose con nosotros, pero nosotros teníamos once, doce años y de eso no nos dábamos cuenta”.

 


Si bien Fandiño nunca elevó denuncia formal ante instancias eclesiásticas o civiles, está dispuesto a respaldar el esfuerzo emprendido por la familia Llano Narváez para exponer la doble vida de Chavarriaga. Según se desprende del siguiente testimonio, dicha doble vida también fue conocida por estudiantes del Colegio Mayor de San Bartolomé en la década de 1990.

 

“Yo terminé allá metido porque necesitaba un favor: que me imprimiera unas cosas”, narró, refiriéndose a la rectoría del colegio, un exalumno que prefiere conservar el anonimato. “Yo alcancé a estar en su oficina dos o tres veces. Y eso debió haber sido hacia finales de año. Yo estaba en octavo grado. Después perdí el año. Mi hermano no pasó al colegio. En esa época todavía el rector recibía a los padres cuando pedían cita. Cuando mi hermano pequeño fue a presentarse, no lo recibieron. El caso es que mi mamá fue y habló con Darío y entonces Darío lo metió. El beneficio fue que mi hermano entró al colegio gracias a mí. El man ya me había echado mano dos veces. Después de eso a mí me iban a echar porque yo ya estaba con un rendimiento super bajo. Tenían los votos en el consejo para que me echaran, pero Darío hizo que no me echaran. Hay un dato clave. En toda la entrada quedaba la oficina del rector, que tenía tres áreas. La primera era una bodega con un baño; como un archivo. Era como un cuarto sin ventanas donde había cajones, libros. En la mitad era la oficina con tapete. Y al fondo era la oficina de la secretaria. Todo eso estaba conectado con puertas. El man lo metía a uno al archivo. Obviamente la secretaria se daba cuenta, era la típica señora sumisa y respetuosa de la autoridad. Ella alguna vez entró o tocó la puerta en el momento en que nosotros estábamos ahí. Era reviejo, tenía cincuenta años, yo creo. Yo era un cagón de doce años; bajito, además”.

 


“Esa beca sirvió para que entrara a nuestra familia”

 

En su denuncia por escrito, dirigida a Francisco de Roux el 22 de mayo de 2014, Fernando Llano le narró al jesuita su ingreso al Colegio Mayor de San Bartolomé a los doce años de edad, cuando era rector Marío Mejía Llano, primo en segundo grado de su papá. Y que al año siguiente, 1976, llegó al colegio Darío Chavarriaga, quien, como director de estudios, un día le notificó que se había ganado una beca en reconocimiento a su desempeño académico y en consideración a las dificultades económicas de su familia.

 

Como administrador de dicha beca, Chavarriaga se acercó al hogar de los Llano Narváez, y se ganó su confianza. Fernando vivía con sus papás y sus siete hermanas. Estas últimas tenían entre ocho y dieciséis años de edad.

 

“Nos alegraba la compañía y el cariño del padre Darío”, manifestó. “Nos visitaba en la casa y rápidamente nació un sentimiento recíproco. Venía con bizcochos y regalos a mostrarnos fotos que nos hacía y diapositivas de amigos que había hecho durante el tiempo que vivió en Estados Unidos. Lo rodeábamos con sincero afecto y éramos felices de que nos contara historias y nos enseñara canciones infantiles”.

 

Según el relato, aprovechándose de su autoridad y cercanía, el cura sometió a Fernando a abusos sexuales durante tres años. Una experiencia que este guardó en secreto casi por cuatro décadas. En 2014, recordando aquella época junto a una de sus hermanas, se enteró de que él no era la única víctima dentro de la familia.

 

Con la información en su poder para 2014, Fernando le manifestó a De Roux en su carta: “Hoy puedo decirlo sin pecar de desagradecido, fui víctima por medio de un disimulado chantaje: la ayuda económica (…) Lo que nos ocurrió es algo muy grave que no debe quedar impune. Estos delitos contra la dignidad infantil no pueden evadir ni tiempo ni fronteras y deben ser llevados ante los tribunales para obtener justicia y reparación”.

 

Fueron los mismos términos de un mensaje enviado por Fernando al papa Francisco después de que De Roux le entregó a Carlos Eduardo Correa la jefatura de los jesuitas en Colombia. “Respetuosamente le pido que la justicia que merecemos las víctimas sea también impartida en el sentido de la reparación integral como usted humanamente ha expresado. La institución debe, antes que nadie, dar un paso en la dirección de las víctimas y tomar una actitud madura y responsable”.

 

En 2017, pasados casi tres años desde su denuncia, sintiendo que los jesuitas no habían resarcido el daño sufrido por él y sus hermanas, sino que habían dejado que su agresor muriera en total impunidad, vio como una oportunidad una visita a Colombia de Hans Zollner. Fernando guardaba la esperanza de que una persona tan cercana al papa incidiera en favor de sus peticiones y le salió al encuentro durante un evento en la Universidad Javeriana. Tras escuchar su historia, Zollner, entonces miembro de la comisión del Vaticano para la prevención de los abusos en la Iglesia, le manifestó su solidaridad y se comprometió a ayudarlo. Sin embargo, un mensaje recibido de su parte pocos días después lo desilusionó:

 

“He tomado contacto con el padre provincial de Colombia (Carlos Eduardo Correa), quien me ha respondido en un correo electrónico que se han seguido las normas en apego a la ley y al protocolo de la provincia en relación a este tema. De su respuesta entiendo que sí ha habido oportunidad de escucharle y de expresarle solidariamente el pesar ante este acontecimiento doloroso. La información proporcionada por él y el proceso seguido me permite comprender que probablemente no habrá más medidas posteriores por parte de la Compañía de Jesús”.

 


Siete años después de esa comunicación, en abril de 2024, Fernando y sus hermanas descubrieron que no habían sido tres, sino todas las hijas de la familia Llano Narváez, las abusadas por Chavarriaga. La conciencia de la magnitud del daño infringido y su rechazo a la actitud de la Compañía de Jesús en todos estos años llevó a que radicaran, finalmente, denuncia ante la Fiscalía General de la Nación el pasado 30 de septiembre.

 

Si bien su agresor había muerto, todavía quedaba señalar la responsabilidad institucional frente a su caso y demandar sanciones contra quienes, según la familia, recibieron la primera denuncia y ayudaron a eludir la acción de las autoridades: Francisco de Roux y su entonces colaborador Luis Javier Sarralde. A la denuncia de tipo penal también quedó vinculado Zollner, porque, según los Llano, participó del encubrimiento.

 

El 10 de abril de 2024, en respuesta a un mensaje enviado en el desarrollo de esta investigación periodística, Zollner negó tener información sobre el caso de Chavarriaga. Cuando se le puso de presente el cruce de correos electrónicos que había tenido con Fernando en 2017, se justificó diciendo que “el nombre del jesuita no aparece en ningún email ni del señor Llano ni del provincial”.

 

“Lo que en ese momento se hacía”

 

Cuando en 2022 el periodista Juan Pablo Barrientos le preguntó a De Roux cuántos jesuitas habían sido denunciados por abuso sexual de menores durante su periodo como jefe de la Compañía de Jesús en Colombia, esto es, entre 2008 y 2014, el entonces presidente de la Comisión de la Verdad dijo que tres. Y añadió: “En los tres casos procedí como procedemos los jesuitas. No tiene atajo. Nosotros somos del papa Francisco. Créame, cuando conocemos de las cosas se va todo”.

 

Durante dicha entrevista, De Roux se aseguró de no revelar los nombres de los implicados. Que el de Chavarriaga correspondía a uno de esos tres casos fue un dato que solamente salió a la luz después de que la periodista Diana López Zuleta elevó un derecho de petición en mayo de 2023. Tres meses antes, Hermann Rodríguez, actual jefe en Colombia de los jesuitas, había negado su existencia, en respuesta a una solicitud de información elevada por Barrientos.



 

 

El pasado 18 de octubre, durante un evento en la Javeriana sobre transparencia frente a los abusos en la Iglesia, panel en el que participó Hans Zollner como invitado especial, el moderador, Luis Felipe Navarrete, jesuita, puso aparte y se negó a leer las preguntas formuladas por escrito por Fernando y su hermana Ana Rosa Cristina Llano:

 

“Padre Hans Zollner, ¿llevó usted personalmente e informó al papa Francisco sobre la denuncia que se le hizo personalmente en 2017 sobre los abusos sufridos por el sacerdote jesuita Darío Chaverriaga? Si el papa ya lo sabe, ¿cuáles fueron sus acciones?”.

 

“Estuve en la oficina del sacerdote De Roux en mayo de 2014 con mi hermano Fernando Llano y relatamos todos los abusos perpetrados por el sacerdote Darío Chavarriaga; y a la fecha, hoy, 18 de octubre de 2024, no ha pasado nada. No ha habido ningún tipo de reparación. ¿La Iglesia qué va a hacer con el ánimo de repararnos en este momento para que tengamos la justicia que tanto hemos esperado?”.

 

Sofía Helena, otra de las hermanas Llano, dejó constancia de una inquietud similar, en los comentarios de la transmisión virtual del evento: “¿Qué pasó con la denuncia que hicimos ante Francisco De Roux y Javier Sarralde en 2014 por los abusos de que fuimos víctimas de niños por parte de Darío Chavarriaga?”.

 

Viendo que sus preguntas no serían leídas, Fernando y Ana tomaron la palabra y expusieron el caso. “Los invito a ustedes, como víctimas, a conversar con la autoridad de la Compañía de Jesús, no con periodistas o seudoperiodistas”, les dijo el moderador, después de insistir en que sus preguntas no serían contestadas en ese escenario.

 


Al cierre del evento, Zollner salió del auditorio sin cruzar palabra con Fernando y sus hermanas. En diálogo con los denunciantes, pero contradiciendo lo que había expresado en enero de 2023, Hermann Rodríguez reconoció estar al tanto de las denuncias de 2014: “Lo que hizo el padre De Roux fue lo que en ese momento se hacía”. Al ser consultado en el marco de esta investigación, el expresidente de la Comisión de la Verdad manifestó: “No he encubierto nada que haya sido de mi conocimiento en crímenes de pederastia”. De Roux, sin embargo, admitió no haber informado a la Fiscalía sobre los señalamientos contra Chavarriaga.


Publicar un comentario

0 Comentarios