| Por: Gonzalo Armúa / Narrativa Política |
El 5 de noviembre de 2024, Donald Trump fue reelegido como presidente de los Estados Unidos, obteniendo 277 votos electorales frente a los 224 de Kamala Harris. Trump aseguró victorias en estados clave como Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia y Wisconsin, consolidando su retorno a la Casa Blanca en una contienda marcada por una alta polarización. Este resultado refleja una nación profundamente dividida, con implicaciones significativas para América Latina en un contexto global cada vez más multipolar. La victoria del republicano refuerza una agenda basada en el proteccionismo económico, la seguridad nacional y la confrontación geopolítica directa, elementos que redefinirán el vínculo histórico y estratégico entre el Norte y la región.
El intervencionismo exacerbado: Venezuela, Cuba y Bolivia como ejes de tensión
Teniendo como base su política exterior de su primera gestión, la futura administración Trump priorizará la intervención directa en los países que percibe como hostiles a los intereses estadounidenses. En el caso de Venezuela, el recrudecimiento de las sanciones económicas, intensificará la presión para generar caos y crisis social, combinado con esfuerzos para deslegitimar al gobierno de Nicolás Maduro. Cuba, bajo el peso del bloqueo económico más prolongado de la historia moderna, enfrentará nuevas restricciones que buscan desmantelar su sistema político y económico. Por otra lado Bolivia, tras años de desestabilización interna, podría convertirse en un foco de fácil intervención, especialmente en sectores estratégicos como el litio, un recurso crucial para las tecnologías emergentes y la transición energética global.
En este marco, la narrativa trumpista encuentra eco en las derechas regionales, que ven en este modelo una oportunidad para legitimar sus proyectos políticos. Sin embargo, estas dinámicas no son unidireccionales: los gobiernos populares de la región, lejos de resignarse, reforzarán alianzas con potencias emergentes como China, Rusia e incluso Irán, configurando un bloque que desafíe la hegemonía estadounidense. En este sentido, el retorno de Trump a la Casa Blanca podría catalizar una nueva etapa de polarización ideológica en América Latina, donde la autonomía estratégica se enfrentará al autoritarismo impuesto desde el exterior.
México y Argentina: aliados divergentes en un tablero común
En el caso de México, el impacto de la reelección de Trump será especialmente pronunciado en el ámbito migratorio y comercial. La reinstalación de políticas como «Remain in Mexico», acompañada de una retórica xenófoba que define a los migrantes como una amenaza existencial, pondrá al gobierno mexicano en una posición de alta vulnerabilidad. La Cuarta Transformación, encabezada por Claudia Sheinbaum, deberá equilibrar su discurso soberanista con la realidad de una interdependencia económica estructural. A medida que Trump intensifique su enfoque proteccionista, México enfrentará presiones para alinearse con la agenda estadounidense, incluso en detrimento de sus propios intereses nacionales.
Por otro lado, Argentina, liderada por Javier Milei, adoptará una postura de alineación incondicional con Washington, lo que podría consolidar una relación de cooperación en áreas clave como la tecnología, la defensa y el comercio bilateral. Sin embargo, esta cercanía podría exacerbar las tensiones internas en el país sudamericano, donde amplios sectores de la sociedad ven con desconfianza esta subordinación. Además, la dependencia argentina del mercado chino plantea un dilema estratégico, ya que Trump buscará limitar la influencia de Pekín en la región. Este escenario configura un tablero complejo donde las decisiones de política exterior de Buenos Aires estarán condicionadas tanto por las dinámicas internas como por las exigencias del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
El Caribe y los Andes: escenarios de vulnerabilidad
En el Caribe, la administración Trump probablemente priorizará los temas de seguridad y control del narcotráfico, relegando cuestiones como el cambio climático y la resiliencia económica. Este enfoque, lejos de abordar las necesidades estructurales de la región, fortalecerá la dependencia de estos pequeños estados insulares hacia potencias emergentes como China. La ausencia de alternativas económicas por parte de Estados Unidos refuerza el atractivo de proyectos como la Nueva Ruta de la Seda, que ofrecen inversiones en infraestructura sin las condiciones impuestas por Washington.
En los Andes, los casos de Perú y Ecuador ejemplifican los desafíos de navegar en un contexto de inestabilidad política y competencia geopolítica. La creciente presencia china, reflejada en megaproyectos como el puerto de Chancay en Perú, será vista como una amenaza directa por la administración Trump, lo que podría intensificar las presiones hacia estos países para alinearse con la agenda estadounidense. Al mismo tiempo, las crisis políticas internas dificultan la posibilidad de que estos estados adopten una postura autónoma frente a las potencias globales.
Hacia una América Latina multipolar: desafíos y oportunidades
La reelección de Trump consolida una etapa de competencia geopolítica abierta, donde América Latina debe definir su lugar en un mundo cada vez más multipolar. Como Giovanni Arrighi señala: «la transición hacia un mundo multipolar no elimina las dinámicas de subordinación, pero sí abre ventanas de oportunidad para las regiones periféricas». Para América Latina, estas oportunidades incluyen el fortalecimiento de sus relaciones con potencias emergentes, la diversificación de sus economías y la construcción de un proyecto regional que supere las fragmentaciones internas.
En este contexto, la región enfrenta una elección crítica: someterse a las presiones hegemónicas de Estados Unidos o construir un camino de integración soberana que le permita actuar con mayor autonomía en el sistema internacional. La reelección de Trump, con su enfoque intervencionista y su rechazo al multilateralismo, representa tanto un desafío como un catalizador para que América Latina reevalúe su estrategia de desarrollo humano integral en un escenario global profundamente fragmentado.
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