El artista como preso o perseguido político


| Por: Gearóid Ó Loingsigh |

En un artículo anterior hablé de quiénes y qué son los presos políticos. Argumenté que son altruistas que luchan por causas y pueden ser actores violentos o pacíficos. Si son violentos o no, no es lo que determina si son presos políticos. A lo largo de la historia cayeron presos varios escritores y también en el mundo moderno, cantantes.  Al perseguido político que canta y cae preso, se les suele acusar de un sinfín de delitos, algunos de violencia otros no. Aunque en realidad importa poco, pues desde el Estado Español hasta los EE.UU. y Rusia se les acusa de delitos de distintos tipos cuando el régimen cree que necesita justificar la represión de los músicos.

 

El músico es como el panfletario de antes, quien en vez de escribir un volante que se reparte clandestinamente, escribe y canta canciones para que el mensaje no sólo llegue más lejos, sino que perdure más en el tiempo. Y como los escritores, los regímenes los temen, los reprimen, los amenazan y por desgracia en algunos casos los compran. Cuando hablamos de los músicos como presos políticos, no estamos hablando de los borrachos, consumidores de drogas, delincuentes sexuales y demás que se hicieron famosos por sus fechorías, sino de activistas políticos quienes a la vez ganaban su pan cantando.

 

En el occidente se suele relacionar el artista perseguido con regímenes no occidentales como es el caso del famoso grupo feminista de punk en Rusia, Pussy Riot, quienes protestaban contra el régimen de Putin, la cercanía de la Iglesia Ortodoxa con él y la legislación homofóbica imperante en el país. Pero la realidad es que la persecución de los artistas es hoy como siempre ha sido: internacional.

 

En los EE.UU. hay muchos nombres que sobresalen en el mundo de la música con compromiso político, entre ellos Woody Guthrie y Pete Seeger. Guthrie viajaba por todo el país cantando a trabajadores y campesinos pobres desplazados por la Dust Bowl (literalmente Tazón de Polvo, sequías fuertes que reducían las fincas a potreros de polvo). Su guitarra se adornó con la consigna “Esta máquina mata a fascistas”. Seeger también hacía campañas políticas y ambos fueron perseguidos por el FBI y Seeger terminó ante el Comité de Actividades Antiamericanas, como muchos otros cantantes, algunos exiliándose en otros países.[1] Entre los perseguidos se encontraba Paul Robeson. Robeson era un gigante del mundo de la música y en un sentido literal, midiendo 1.91m, con una voz de cantante bajo profundo. En 1950 le quitaron el pasaporte y le prohibieron la salida de los EE.UU. lo cual lo obligó a realizar un concierto por teléfono con los mineros de Galés. Grabó un álbum de ese concierto con el nombre de Freedom Train (Tren de la Libertad), una referencia quizás al Ferrocarril Subterráneo, el sistema que usaban los cimarrones para huir hacia el norte de los EE.UU. antes de la guerra civil.

 

Cuando finalmente le devolvieron su pasaporte y le dieron permiso a viajar, Robeson, no buscó la vida tranquila, sino viajó por el mundo cantando, apoyando a organizaciones y las luchas como los aborígenes de Australia y los Maori de Nueva Zelanda, entre otros. Existe un famoso video de él cantando su canción más reconocida Ol’ Man River y también Joe Hill, sobre la vida del sindicalista fusilado por el gobierno de los EE.UU. en 1915. En el video Robeson llega al solar de construcción de la Ópera de Sydney y los trabajadores en un acto político pararon para escucharlo.[2] A lo largo de los años la actitud de Robeson ante la música y la lucha se resume en su propia frase respecto a su apoyo por los republicanos en la guerra civil en España "El artista debe tomar partido. Debe elegir luchar por la libertad o por la esclavitud. Yo he elegido. No tenía otra alternativa".

 

Y cómo él existen miles en América Latina desde los Mejía Godoy en Nicaragua perseguidos por la dictadura de Somoza, y otros como Daniel Viglietti en Uruguay y por supuesto Víctor Jara, encarcelado, torturado y ejecutado por la dictadura de Pinochet en Chile. Muchos más artistas en todo América Latina optaron por el exilio, tal como lo hicieron otros en la dictadura franquista en el Estado Español e incontables artistas del continente africano como Hugh Masekela en Sudáfrica o Fela Kuti en Nigeria.

 

Hoy en día siguen persiguiendo a músicos que alzan la voz. En junio 2004 la policía colombiana detuvo al grupo musical Pasajeros cuando bajaban del escenario en un concierto organizado por los sindicatos. Pasaron seis meses detenidos acusados de rebelión y luego de su liberación les tocó exiliarse.[3]

 

Más recientes son los dos casos emblemáticos del Estado Español, los raperos Pablo Rivadulla Duró conocido como Pablo Hasél y José Miguel Arenas Beltrán conocido por el nombre artístico Valtònyc. El delito de este último, era la música que componía, no más. Claro el estado no le acusó de componer, sino inventó una serie de delitos, enaltecimiento del terrorismo, apología al odio ideológico, incitación a la violencia e injurias a la Corona española. Las letras de sus canciones son provocadoras para la derecha fascista en el Estado Español,[4] pero la defensa que los fascistas hacen de la dictadura franquista no resulta en condenas a nadie. Valtònyc se defendió afirmando que:

 

“Yo no apoyo a ETA, a mí lo que me flipa es vacilar al facha de turno que aún vive en el aznarismo y acusa hasta a las mujeres que abortan de ser etarras”. Cuando se le pregunta sobre si se arrepiente por la dura condena de sus letras recalca que “en España el único terrorismo que existe es el terrorismo legal, que es el miedo a perder el curro, que te quiten la casa y no salir de la precariedad a la que nos someten. Y yo no hago apología de ello, soy anticapitalista…

 

Violencia es padre de familia haciendo malabares para dar de comer a su familia. Personas de todas las edades haciendo cola en comedores sociales.[5]

 

El otro caso es el de Pablo Hasél, condenado por delitos parecidos. En el caso de Hasél, Amnistía Internacional, una ONG más bien cautelosa cuando no tímida en sus declaraciones no duda en describir el caso como un golpe a la libertad de expresión y pidió al gobierno español reformar el código penal.[6]

 

Cuando hablamos de presos políticos también hablamos de músicos, poetas, artistas tanto en el pasado lejano como en los tiempos modernos del siglo XXI. No es de extrañar, como dijo el dramaturgo alemán Bertolt Brecht, exiliado por el régimen Nazi “El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma” es decir el artista también lucha para cambiar la sociedad, como dijo el poeta vasco Gabriel Celaya La poesía es un arma cargada de futuro.

 

Hoy como ayer, los artistas siguen engrosando las filas de presos políticos. Víctor Jara se describió a sí mismo como un obrero de la música y como Pablo Milanés dijo en su canción

 

Pobre del cantor de nuestros días
que no arriesgue su cuerda
por no arriesgar su vida.

 

Se arriesgan sus vidas, se exilian, son asesinados y también caen presos, como los insurgentes, los huelguistas, los jóvenes que tiran piedras a la policía, todo aquel que no se arrodilla.

 







[1] The Jacobin (22/11/2020) The FBI’s War on Folk Music. Alexander Billet. https://jacobin.com/2020/11/fbi-folk-singers-bureau-cpusa-communism-guthrie

[3] Alexandra Duque Torres (2019) Entendieron la música como una apuesta de resistencia. https://bibliotecadigital.udea.edu.co/bitstream/10495/16160/1/DuqueAlexandra_2019_EntendieronMusicaApuesta.pdf

[4] Público (20/02/2018) Estas son las frases y versos por los que Valtonyc irá a prisión tres años y medio. Alejandro Torrús. https://www.publico.es/sociedad/son-frases-versos-valtonyc-ira-prision-tres-anos-medio.html

[5] Público (24/02/2017) Valtonyc defiende que no hay ningún tipo de “violencia” en sus canciones. María Serrano. https://www.publico.es/sociedad/valtonyc-defiende-hay-ningun-tipo-violencia-canciones.html

[6] AI (16/02/2024) España: La sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre el caso de Pablo Hasél, un golpe a la libertad de expresión. EUR 41/7720/2024. https://www.amnesty.org/es/documents/eur41/7720/2024/es/

 

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