| Por: César Augusto Clavijo Ocampo / Revista Calarma |
Resumen
El artículo aborda fragmentos de la experiencia universitaria de un grupo de estudiantes de licenciatura en Ciencias Sociales, liderado por Arnulfo Ducuara Contreras, militante político y escritor, quien, junto con este autor y otros, fundó el grupo político “La JODA” (Juventud Organizada y Democrática), el cual concibió un estilo innovador de hacer política y ejercicio de la crítica en la coyuntura histórica de 1984 a 1987, durante la cual llegó a configurar un espacio y centro ritual emblemático del campus de la Universidad del Tolima. En esa coyuntura Colombia vivió el terremoto de Popayán, el inicio del diálogo con la guerrilla y el proceso de paz del presidente Belisario Betancur, la Toma del Palacio de Justicia, la catástrofe de Armero, el VI Congreso de Historia de Colombia, la muerte de Arnulfo Ducuara y la diáspora del Grupo “La JODA”. Además de escritos literarios y trabajo político, Arnulfo Ducuara hizo aportes relevantes a la Academia en la Universidad de ese entonces cuando se empezó a hablar de Investigación y elaboración de tesis como requisito de grado en la Licenciatura de Ciencias Sociales, al inspirar y contribuir a un trabajo de investigación sobre el conflicto agrario en la zona indígena del Sur del Tolima, realizado por sus profesores José del Carmen Buitrago y César Velandia. El propósito de este artículo es enunciar y analizar el origen histórico del parque Ducuara y su valor simbólico-mítico como uno de los espacios emblemáticos del campus universitario. Con este relato, se aspira a recuperar la memoria y orientar la tarea de resignificación de los espacios académicos como fuentes de formación de la identidad institucional.
Introducción
Arnulfo Ducuara y los integrantes del grupo “La JODA” fueron protagonistas relevantes de la vida universitaria entre los años 1984 y 1987. El autor tuvo el honor de ser su amigo y compañero de luchas. Compartió con él las aulas de clase de su carrera de licenciatura, especialmente una mesa en la antigua sala de geografía, al igual que los relatos épicos de su amado abuelo paterno, Enrique Escolástico Ducuara, quien había sido gobernador del resguardo indígena Yaguará I, y fue parte fundamental del grupo que acompañó las luchas de “Manuel Quintín Lame Chantré”, por la reorganización de cabildos indígenas, la recuperación de sus tierras y de su cultura. Además, fue fundador del cabildo, desplazado por la reacción terrateniente de Chaparral, junto con su familia en la década de 1960 que los llevó a Bogotá y después al Caquetá donde fundó el cabildo indígena Yaguará II. Todo esto hizo parte del legado sobre el cual Arnulfo moldeó su visión del mundo y sus ideales políticos y culturales.
El artículo resulta del desafío de resolver un problema colectivo; la ignorancia del origen del personaje de esta narrativa y del momento y del proceso constitutivo del “parque Ducuara”, a través de sus actores y gestas; y de la tensión entre Ameles y Leteo, respecto del papel del pasado en la resignificación de un espacio ritual emblemático.
El hecho de haber imaginado, reflexionado e interrogado durante la pandemia del Covid 19, el campus y su centro ritual desiertos, como también de haber encontrado, durante el retorno a la presencialidad, una remodelación arquitectónica y cromática del campus, concretamente del obelisco y el texto in memorian de Ducuara, me motivaron a indagar y revelar, desde el testimonio, el análisis y la interpretación, a los actuales estudiantes, directivos, empleados y profesores de la Universidad, aspectos relevantes del proceso de configuración del espacio y centro ritual más importante y emblemático de la Institución.
El texto entreteje relatos de vivencias y experiencias, así como fragmentos biográficos de la dinámica personal y política de Arnulfo Ducuara en medio de una trama de hechos como la Toma del Palacio de Justicia, la tragedia que acabaría con la segunda ciudad más importante del Tolima, Armero, y el impacto que estos hechos produjeron en el interior de la Universidad del Tolima, concretamente, en la actividad política del grupo “La JODA” definida por la búsqueda de convergencias, de consensos y del compromiso con la realidad social. Su carisma y vocación por la literatura y la política lo llevó a integrar una generación de activista para crear un estilo de hacer política, hasta entonces desconocido en la comunidad estudiantil, convirtiéndolo en un espacio y centro ritual que llegó a ser el ícono simbólico de la Universidad, a raíz de su muerte trágica, a finales de 1987.
Considerar el parque Ducuara como un espacio y centro ritual nos lleva a aplicar las categorías conceptuales de mito, rito, Ameles, Leteo y Omphalus para describir e interpretar su proceso de configuración.
Entendemos el concepto de mito con base en la definición que E. Cassirer hace de él “… (como) el elemento dramático de la vida religiosa del hombre, (en este caso paralitúrgica), que da lugar a una épica narrativa. Los dos son correlativos e independientes, se apoyan y se explican el uno en otro” (Cassirer, 1946, p.37).
Ameles es el fluir de la memoria que dejan los seres humanos en su ciclo vital y se entrecruza, según el mito platónico con el Leteo o río del Olvido. Omphalus es el artefacto pétreo que, según la mitología griega, Zeus dejó en el centro del mundo y que el hijo de este, Cronos, engulló en ese mismo lugar. Según el historiador y geógrafo griego Pausanias, en el símbolo del centro cósmico es el lugar sagrado donde se realizaba la comunicación entre los hombres, los dioses y los muertos (Wikipedia, 2022). Con este concepto queremos simbolizar un momento de la memoria, de la historia y del presente en el cual Arnulfo Ducuara Contreras se convierte en un pretexto vigente para alimentar las lecturas del imaginario del campus universitario, de sus tensiones y significaciones para los diferentes fragmentos y estamentos de la comunidad universitaria actual y pasada.
Las fuentes documentales usadas para este trabajo fueron el archivo fotográfico, papeles sueltos, pinturas y un núcleo de entrevistas a Darío Romero, Fernando Trujillo y Ancízar Mosquera, básicamente. Además, el informe de la práctica de campo a la zona indígena del Sur del Tolima, enriquecido por los trabajos de César Velandia y José del Carmen Buitrago sobre el problema agrario en el Sur del Tolima.
El documento se estructura narrativamente a través de una secuencia de momentos y actores del pasado interrogados desde el presente. El punto de partida es el encuentro casual con la Marcha Carnaval del año 2017, seguido de la memoria que del ritual del ingreso al mundo universitario y el encuentro con los espacios simbólicos y rituales de entonces, 1984, la huella del abuelo Escolástico en sus luchas por la tierra y por la vida de su pueblo, el doloroso éxodo de 1962 y el regreso al Tolima en 1982 como militante del Moir (Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario), nuestro ingreso a la Universidad del Tolima en 1984, las tragedias de 1985, la fundación de “La JODA” (Juventud Organizada y Democrática) y su activismo que sintetizaron nuestra visión de la política, la cultura y el territorio ancestral. Además, se aborda nuestra participación en el VI Congreso de Historia de Colombia y sus efectos en nuestra formación académica y política, así como la muerte de Arnulfo, en noviembre de 1987 y los rituales de su velación y exequias, que renovaron las dinámicas de nuestro Omphalus en el campus universitario, la diáspora de los amigos y compañeros, la toma de distancia y los nuevos avatares en otros espacios rituales, mi retorno en el año 2010 y el ingreso a la maestría de Historia en convenio con la Universidad Nacional y, finalmente, el encuentro casual con una versión de la Marcha Carnaval y el descubrimiento del olvido de quien había dado origen al Parque Ducuara. Por último, la gestación del sentido de responsabilidad histórica de producir este relato.
Para leer articulo completo: Revista Calarma (Aquí)
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